Cascada de Broto y el Castillo de Loarre
En el cuarto día, nos disponíamos a ir a ver la cascada Broto y Cola de Caballo en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Nos levantamos a las ocho y tras desayunar y hacernos unos ñoquis con queso para comer, pusimos rumbo a la pradera de Ordesa.
Tras una hora de camino llegamos a la rotonda donde ya nos teníamos que desviar para coger la carretera de camino a la pradera, pero nuestra sorpresa fue que estaba cerrada por posible riesgo de aludes, así que tuvimos que improvisar algo que ver en poco tiempo y decidimos seguir a los coches que subían hacia el refugio de Bujaruelo.
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Bujaruelo
La carretera que sube entre los barrancos que ha formado el río Ara, dejando a un lado el río y al otro las inmensas paredes escarpadas, es una carretera en la que apenas entran dos coches y muy sinuosa, en la que nos encontramos diferentes miradores donde poder parar para ver los “rápidos” que el río formaba y las cascadas, que gracias al deshielo, hacían del paisaje una verdadera belleza.
Tras unos tres kilómetros por esta carretera, llegamos al camping de Bujaruelo donde la carretera pasó a convertirse en una pista de arena y debido a las lluvias y a la nieve, había mucho barro y teníamos que ir con un poco de cuidado para no dejar el coche encallado.
Tras unos tres kilómetros por esta carretera, llegamos al camping de Bujaruelo donde la carretera pasó a convertirse en una pista de arena y debido a las lluvias y a la nieve, había mucho barro y teníamos que ir con un poco de cuidado para no dejar el coche encallado.
Ordesa
Llegando a la rotonda donde estaba la barrera que nos impedía llegar a Ordesa, dijimos de broma “imagínate que ahora está abierta la barrera”, y oye, dicho y hecho. Llegamos y justamente estaban levantando la barrera, así que subimos.
Al llegar no pudimos ni meter el coche en el parking por las placas de hielo que había, y menos hacer la ruta. Nos sacamos unas fotos, hice el ángel en la nieve, y nos fuimos camino de la localidad de Broto y su cascada.
Broto y su cascada
En Broto aparcamos cerca del acceso a la cascada de Broto o del Sorrosal, la cual íbamos a ir a ver. Desde donde aparcamos hasta la parte de abajo de la cascada hay un camino de piedra de acceso muy fácil de unos 600 metros que te deja a pie de la cascada, y desde donde sale la vía ferrata para llegar a la parte superior (de otoño a invierno creo que la cierran para evitar riesgos).
La cascada de Broto, de 110 metros de altura, se reparte en dos tramos, el primero cae a una “piscina” que el agua ha creado en la piedra y de ahí vuelve a caer a nuestros pies para acabar juntándose con el río Ara más adelante. Después de ver la cascada desde abajo, queríamos ver si se podía subir un poco más arriba para ver mejor la “piscina”.
Encontramos un camino que sube zigzagueando por la derecha hasta la altura de la piscina, desde donde se podía apreciar un poco mejor la cascada.
Tras bajar, ya casi era la hora de la comida, así que nos fuimos a una terraza que había cruzando el puente que pasa por encima del río Ara y nos sentamos a tomar una cerveza y, después, a comer los ñoquis en el coche 😀 .
Balcón del Pirineo
Tras comer fuimos al Balcón del Pirineo, en la localidad de Buesa. Este rincón tan emblemático son apartamentos desde los que se obtienen unas preciosas vistas. Conocíamos de la existencia de un restaurante en el cual íbamos a tomarnos un café, pero resulta que no tienen servicio de bar, únicamente de restaurante pero, aun así, la amable camarera nos atendió y pudimos tomarnos el café contemplando las vistas.
Castillo de Loarre
Como la ruta de la mañana no la pudimos hacer, íbamos con mucho tiempo, así que buscando por internet encontramos el castillo de Loarre, a unas dos horas de Buesa. Construido en el siglo XI y conservado en muy buenas condiciones, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar y civil de Europa.
Si veis la serie de «El ministerio del tiempo«, os sonará el castillo por ser las mazmorras de este.
Loarre
Con la compra de la entrada, también puedes entrar a la iglesia de San Esteban, en el pueblo de Loarre, en la que puedes subir hasta lo alto de su campanario y ver el mecanismo que lo acciona.
Dimos una vuelta por el pueblo y vimos que tienen expuestas obras de arte por las calles: en una ventana, colgadas de las terrazas, en las fuentes…
Hay un mural que representa a los antiguos habitantes de Loarre, los cavernícolas. En las inmediaciones del pueblo, se encontró una cueva sepulcral con restos de cuerpos de los hombres y mujeres de la prehistoria.
Mallos de Riglos
Continuamos desde Loarre dirección a casa, pero como siempre que sabemos que hay algo que ver de camino, nos paramos en la pequeña localidad de Riglos, para contemplar los Mallos de Riglos. Estos son unas formaciones geológicas verticales muy características en el valle del Ebro y Pirineo. Si os gusta la escalada, es un lugar idóneo para practicarla, además, el pueblo cuenta con varios aparcamientos para caravanas.
Vista de los Mallos de Riglos Mallos de Riglos
Pusimos rumbo a casa tras contemplar estas enormes formaciones geológicas, pasando por el Embalse de la Peña.
Remarcamos el embalse, porque la carretera transcurre entre montañas y el GPS se volvió loco, y nos llevó atravesando la presa que conforma el embalse, pasando por una cueva a oscuras y continuando con el embalse a un lado y una vía de tren al otro, por un camino de piedras durante unos 8 kilómetros, tened cuidado.
Tras castillos, nieve, cascada de Broto y esta apasionante vuelta a casa, llegamos por fin, nos pusimos cómodos, encendimos la chimenea y cenamos para acostarnos.
«Disfruta de cada momento».
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