Qué ver en Alquézar y Templo budista
Tercer día por tierras aragonesas para ver las pasarelas del río Vero en Alquézar. Tras ver la noche anterior el espectáculo de Canfranc-Estación, nos disponíamos a ir al sur de la provincia, ya que en la zona norte, la más pegada a los Pirineos, no nos iba a hacer buen tiempo.
Nos despertamos a las ocho y, tras desayunar, fuimos a ver el pueblo de Alquézar, ubicado en la Sierra de Guara, a una hora y media de Aquilué, donde íbamos a realizar la ruta de las Pasarelas del río Vero de unos cuatro kilómetros aproximadamente.
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Que ver en Alquézar
Si vais a realizar la ruta o bien a ver Alquézar, tendréis que ir un poco temprano en épocas de gran afluencia. En el interior del pueblo no se puede aparcar, pero han dispuesto varios parkings para la gente que va, algunos muy cercanos al pueblo (donde por suerte pudimos aparcar nosotros), y otros un poco más retirados.
Tras aparcar el coche, cogimos nuestras mochilas y bastones y nos dispusimos a empezar la ruta. La empezamos atravesando las pequeñas y estrechas calles del pueblo, que hacen que tenga mucho encanto, con sus casas de piedra y grandes balconadas adornadas con flores hasta llegar al desvío donde empieza la ruta (algo que nos gustó y llamó mucho la atención, es que las rutas están muy, pero que muy bien señalizadas).
Nada más llegar al camino de arena empieza una bajada no muy complicada, pero con mal tiempo o con algo de humedad, puede resultar un poco complicada, ya que para salvar algunas zonas, han colocado pasarelas de madera, que aún con el alambre que han puesto para evitar los resbalones, había que bajarlas con cuidado.
Ruta pasarelas río Vero
La bajada es de aproximadamente un kilómetro, en el que bajamos unos 200 metros hasta llegar al cauce del río Vero. Antes de las pasarelas, vimos un cartel que nos indicaba un camino hasta la cueva Picamartillo.
En épocas de menos agua, se puede llegar a la playa que se ha formado debajo de la cueva. En la época que fuimos (finales de marzo), el caudal que bajaba por el río era muy alto y esto nos dificultó el poder cruzarlo. Volvimos y enfilamos las pasarelas (una con un poco de canguelo por la altura y el vértigo que tiene 😀 ).
Los tramos de pasarelas se van intercalando con caminos al lado del río muy fáciles para andar. Al llegar a la zona de una cascada, se puede subir al pueblo o bien continuar hasta el mirador. Nosotros decimos seguir hacia el mirador y, tras pasar por debajo de una piedra la cual había formado un pequeño túnel, llegamos al tramo más largo de pasarelas.
Este tramo tiene una distancia aproximada de un kilómetro de longitud, en el que subimos unos sesenta metros. Una vez llegamos al mirador, fui el único que se atrevió a asomarse, ya que el suelo que habían puesto era de rejillas y se veía el precipicio a nuestros pies.
A comer
Tras contemplar el paisaje empezamos los que serían los últimos mil metros. Nuestro último destino sería un bar cualquiera a reponer sales minerales con una cervecita bien fresquita y a poder comer algo 😀 .
Tras el último esfuerzo, llegamos al Barrio Arrabal. En él se encuentran uno tras otro, cuatro o cinco bares a un lado de la calle con las terrazas enfrente, formando una hilera de mesas y sillas. Al lado, un balcón-mirador nos dejó unas bonitas vistas de la sierra de Guara.
Todos los bares en esta zona tenían el mismo precio de menú (15€ por persona) y más o menos los mismos platos, así que nos decidimos por el primero que había, el restaurante O’cado, donde nos pedimos unas migas y un risotto de setas de primero, y un bacalao a la vizcaína y codillo de segundo.
Tras la comilona, volvimos al coche con ganas de siesta, pero sacamos fuerzas y continuamos el camino hacia el pequeño pueblo de Panillo, a una hora más o menos de Alquézar, donde haríamos tiempo conociendo sus calles y el antiguo molino de aceite convertido a día de hoy en un restaurante, pero donde se aún se pueden observar los diferentes artilugios que se utilizaban hace años.
Centro budista Dag Shang Kagyu
Después del pequeño paseo, continuamos hacia donde sería nuestro último destino turístico del día, el centro budista Dag Shang Kagyu, a solo cinco minutos de Panillo (si, un templo budista en Huesca).
El centro es una comunidad religiosa vinculada a los linajes Dagpo y Shangpa Kagyü del budismo Vajrayana, cuya tutela está bajo el amparo del actual Yangtsi Kalu Rinpoché. Fue fundada originalmente en 1984 por S.E. Kyabdje Kalu Rinpoché y se estableció definitivamente como centro dedicado al estudio y a la práctica del budismo en el año 1985.
Aparcamos en el parking que hay a la entrada, y empezamos a caminar para pasar por lo que sería la entrada, un arco multicolor el cual nos da acceso a un camino guiado con banderines de colores.
Al final del camino a la izquierda está el templo y frente a este una tienda donde comprar algún recuerdo, artículos, libros de oración, etc. A la derecha, pasada la tienda y tras subir unas escaleras, nos encontramos con tres estupas, una de gran tamaño en el centro y dos más pequeñas en los laterales.
Vimos un cartel donde te explican cómo tienes que realizar la oración. Esta es girando alrededor de la estupa en el sentido de las agujas del reloj, dejándola siempre a nuestra derecha, y girando los pequeños molinillos (también hacia la derecha). Estos tienen miles de mantras que simbolizan el sonido del amor y de la compasión.
Estupa principal
Tras recorrer toda la parte superior (donde se encuentra el Buda tumbado, aunque pasamos con el coche cuando llegamos, no se puede parar, así que aprovechamos ahora para fotografiarlo), fuimos a visitar el templo, pero estaban justamente en mitad de una oración. Así que nos descalzamos, entramos y nos sentamos en unas sillas al lado de la pared sin hacer nada de ruido.
Nuestra sorpresa vino cuando se nos acercó un chico con un cuenco con comida y un zumo y nos dijo “Tomar chicos, la merienda”, nos quedamos un poco extrañados, la verdad. Tras terminar la oración, salimos y preguntamos que qué hacíamos con la comida que nos había sobrado y nos dijeron que al igual que ellos la habían compartido con nosotros, todo lo que no llevase plástico lo compartiéramos con los animales de la zona, así que nos fuimos tras la tienda y, junto a otros visitantes, hicimos un pequeño montón para ellos.
Vuelta a casa
Volvimos al coche y ya que era lunes, decidimos ir al Mercadona de Sabiñánigo para hacer la compra de la semana. Para ello continuamos por la carretera que nos había llevado hasta el centro budista. La carretera es la típica de montaña, una carretera sin línea central en algunos tramos, sin arcén, donde apenas cabe un coche, pero con unas vistas de los Pirineos nevados muy bonitas.
Como no podía ser menos, y siempre nos pasa, no podían faltar los animales en medio 😀 . Esta vez fue un rebaño de ovejas, las cuales nos fueron dejando paso tranquilamente mientras nosotros íbamos avanzando.
Después de ver Alquézar, el tempo budista y de comprar la cena, llegamos para cenar y a dormir para coger fuerzas para el día siguiente.
«Disfruta de cada momento».
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