Foces, Castillo de Javier y Monasterio de Leyre en un día
Tercer día para ver Navarra, a las 9:30 ya estábamos en el coche montados con nuestras botas camino a la Foz de Lumbier, en el pueblo de Lumbier, a 50 kilómetros de Pamplona, unos 35 minutos.
Llegamos los primeros al parking, solo estaba el señor que te cobra los 2€ para poder acceder al parking. El parking es amplio, pero para cuando acabamos la ruta, que tardamos dos horas, el parking ya estaba casi completo. En el mismo recinto, cuentan con baños públicos y un merendero.
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Foz de Lumbier
La ruta, de 6,58 kilómetros, se puede realizar por dos caminos, ya que es circular. Empezamos por la zona que supuestamente nos iba a impactar menos, para al llegar al final, tener lo mejor de la ruta. No le quito belleza al resto pero ya lo descubriréis (hay otra ruta que es llana y solo recorre el interior de la foz).
Como decía empezamos por el sendero de la izquierda, que empieza directamente con una subida de un kilómetro en el que subimos 125 metros de desnivel, entre vegetación y piedras. Al superar esta parte, estábamos justamente encima de la foz aunque aún no la veíamos, lo que sí veíamos era los Acantilados de la Piedra y San Adrián.
Al llegar al final de la subida, unos 2 kilómetros más suaves y en campo abierto, tomamos el sedero de la derecha en el cruce y empezó la bajada. Esta era muy diferente a la subida, al principio bajamos por una pista de arena y continuamos la bajada por un sendero con piedras sueltas, arena, menos vegetación y más empinada.
Río Irati
Llegados abajo nos encontramos con el río Irati (que nace en la sierra del mismo nombre, algo que tambien hay que ver en Navarra) y otra pista de arena, que se agradecía para coger un poco de ritmito tras el desnivel, jejeje.
Esta pista tiene aproximadamente un kilómetro y finaliza en el túnel que da acceso a la foz. Sí, habéis leído bien, un túnel de 206 metros sin iluminación alguna, llevar los móviles con batería porque vais a tener que usar la linterna.
Antes de cruzar el túnel vimos a un grupo que seguía de frente a través de un camino de piedras, y menos mal que les seguimos, este llevaba al Puente del Diablo (había un cartel indicándolo, pero no lo vimos, jajaja ni lo que ponía sobre que era peligroso 😀 ).
El camino es muy estrecho para poder llegar y con una buena caída. En algunas zonas había cadenas ancladas a la pared para poder ayudarte, y venían muy bien, sobre todo en la parte final, ya que tienes que deslizarte por unas piedras lisas (son dos metros aproximadamente, pero el hueco que hay al final no es muy amplio y sobre todo la caída).
Puente del Diablo
Una vez disfrutado el Puente del Diablo, nos dispusimos a cruzar el túnel y entrar en la foz. Dentro hace frio, y si vas sin linterna, da un poco de miedito, jajaja. El túnel está un poco en curva y no se ve el final. Al llegar a la foz, vimos lo majestuosa que es.
El río Irati, que circula a la izquierda nuestra en este sentido de la ruta, ha ido erosionando durante millones de años una garganta de paredes verticales que llegan hasta los 150 metros de altura.
Al final de la foz tenemos que pasar otro túnel, esta vez solo de 160 metros de longitud. Ya en el coche, picamos algo para recuper un poco de fuerza para continuar el día (pincha aquí para ver la ruta).
Foz de Arbayún
Otra foz que hay que ver en Navarra, es la Foz de Arbayún, una foz de casi 6 kilómetros de longitud y en algunos tramos de hasta 300 metros de altura, también producida por la erosión del río Irati.
Teníamos pensado hacer una ruta para llegar pero íbamos un poco pillados con la hora y queríamos comer en Sangüesa. Fuimos directios al mirador y las vistas no defraudaron, es espectacular. Ves las paredes altísimas, los acantilados, y si tienes suerte, puedes ver a los buitres leonados sobrevolar la foz (es la colonia de buitres leonados más grande conocida en el mundo), al igual que quebrantahuesos, chotacabras, tórtolas, etc.
Sangüesa
Al terminar de contemplar las vistas nos dirigimos a Sangüesa, pueblo en el que se asentaron los romanos ya que estaba bien defendido y contaba con grandes recursos. Esta franqueado por las sierras de Leyre, Peña e Izco y sus cultivos los regaban los ríos Irati, Aragón y Onsella.
Aquí no nos entretuvimos mucho, nos tomamos una cerveza con un pintxo de aperitivo y dimos una pequeña vuelta por el pueblo, para ver la iglesia de Santa María la Real, que tiene una portada románica de finales del siglo XII, una de las obras más importantes de su estilo.
Castillo de Javier
Otro de los atractivos que hay que ver en Navarra, es el Castillo de Javier. Tiene un parking amplio, así que plantamos el coche, nos comimos el bocata de tortilla y nos echamos una pequeña cabezada.
Cuando nos despertamos, pasamos a ver el castillo, MI castillo, jejeje.
En la exposición que hay dentro del museo podrás ver documentos, monedas, mobiliario, objetos y cuadros de la época que ilustran el legado cultural, artístico y religioso de Javier.
Fuente Santuario de Javier
A parte del castillo, también podrás contemplar una imagen de San Javier de unos 6 metros de altura, la basílica y el santuario. También, al lado del parking, hay un hotel con restaurante, baños públicos y la tienda de suvenir.
Monasterio de Leyre
Una vez visitamos el castillo y la basílica, nos fuimos al Monasterio de Leyre (el de mi hermana, jajaja). Este monasterio, ubicado en la sierra del mismo nombre, cuenta aún con unos huéspedes muy especiales, monjes benedictinos. Aunque durante casi un siglo tuvieron que abandonarlo, en 1954 volvieron monjes del Monasterio de Silos, para volver a dar nombre a su rica cultura.
Se puede hacer la visita por libre o bien guiada, nosotros la hicimos guiada y la verdad, fue lo mejor que hicimos. La guía que nos tocó nos encandiló a los dos, te cuenta muchas curiosidades, que si la hicieses por libre, no las entenderías. Aparte de contarnos la leyenda de Virila (esta os dejo que la descubráis por vosotros mismos 🙂 ).
Cuando preparaba el viaje, vi en la página web del monasterio, que se podía acceder a los cantos gregorianos que realizan los monjes y merece la pena quedarse a verlos, aunque sea 10 minutos, es algo que nunca había visto, y estuvo bien.
Son ya las siete de la tarde, aún nos quedaban cosas cosas por ver en Navarra otros días y tenemos media hora hasta el hotel, así que cogemos el coche rumbo al hotel. Nos damos una ducha y salimos un poco a recorrer y conocer la noche de Pamplona.
«Disfruta de cada momento».
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