Entrevistas

Entrevista a «Fotografiandoelmundo.es»

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¿Cuándo y porqué decidiste crear «fotografiandoelmundo.es«?

El blog de fotografiandoelmundo.es nació a finales de 2017, pero mi espíritu viajero tiene bastantes años más.

Mi primer viaje fuera de España fue de cuatro días a Estambul, en 2003, con cámara prestada y una maleta que parecía para un mes (siempre hay bromas con esto). En esas fechas los blogs no estaban tan extendidos y una guía de viaje era lo que más ayudaba para ir por libre. Pero a medida que los blogs iban entrando en escena, estos se convirtieron en un referente y una herramienta muy útil para planificar mis viajes. Las experiencias vividas y contadas en primera persona son mucho más enriquecedoras, más auténticas (aunque esto cada vez sea más difícil de encontrar) y para mí son la mejor forma de saber si algo entra dentro de mis preferencias o no.

En 2017 me decidí a dar el salto y, partiendo de cero y de forma autodidacta, cree el blog para así poder devolver un pedacito de lo que había recibido todos esos años. Me asombraba ver que alguien solamente leyendo mis relatos y viendo mis fotos se animara a ir a un destino y a través del blog podía compartir todo eso no solo con mi círculo cercano (como hacía hasta entonces) sino también con cualquier persona que entrara en la web.Y aquí entra en juego otro de los pilares del blog: la fotografía.

A veces no hay palabras y una foto lo expresa todo, y ser capaz de transmitir lo que la retina ve, la esencia del lugar, es todo un reto. Un reto que me llena, que hace que pase el doble de tiempo del habitual en cada lugar y una afición que me encanta compartir. Por eso en el blog tengo tantísimas fotos y es parte del nombre.

No sé si en fotografiandoelmundo.es habré conseguido ambas cosas o estaré en camino, pero en cada post del blog pongo todo el corazón para que así sea. Y espero seguir haciéndolo muchos años más.

¿Quién o quiénes hay detrás del blog/Instagram?

Quien mueve los hilos de fotografiandoelmundo.es es Conchi. Soy Diplomada en Ciencias empresariales, Licenciada en Administración y Dirección de Empresas, con varios títulos más que cuelgan en la pared como masters o certificaciones financieras. Pero lo que de verdad llena y adorna mi casa son las fotos de mis viajes, láminas de momentos muy especiales que siempre me recuerdan mi verdadera pasión: los viajes y la fotografía.

Tengo el virus viajero y espero no curarme nunca. ¿Por qué? Porque el mundo es muy grande, porque hay muchas cosas que no se aprenden en los libros, porque el dinero ayuda pero no da la felicidad y porque me gustaría ser una abuelita de las que cuentan mil aventuras, y eso quedándome en casa no se haría realidad.

Soy muy detallista y organizada (por eso preparo los viajes con tanto mimo), cabezota (como se me meta un destino entre ceja y ceja al final cae, por muy complicado que sea), inconformista y con ansias de verlo todo. Menos mal que hay otro miembro detrás del blog que aporta un punto de cordura a mis planes locos, mi compañero de viajes y de vida, mi fotógrafo favorito y el gran amor de vida: mi marido. Sin el nada sería igual y desde luego que el blog tampoco. 

¿Tienes o tenéis grandes planes viajeros? Cuéntanos un poco sobre ellos.

Me encantaría escribir que tengo en mente comprar un billete sin fecha de regreso o que estoy planeando estar durante un año recorriendo el mundo, pero no es así. Y ojo, que no me quejo. Todos los años hacemos dos o tres grandes viajes más varias escapadas por España y por ello me considero una afortunada.

2019 lo cerramos habiendo recorrido el techo del mundo: Tibet (Everest incluido), Dolomitas, Mykonos, Nueva York y Washington y un road trip desde Orlando hasta Los callos en Miami. A todo eso le añadimos escapadas a Salamanca, Navarra, Madrid, Segovia y Burgos.

Para 2020 ya tenemos billetes para recorrer Jordania por libre y probablemente monte un road trip por Alemania y Suiza. Además hace unos días volvimos de nuestra primera escapada por Bizkaia, donde pasamos un par de días en un castillo de ensueño. El tercer viaje grande del año…sorpresa sorpresa, os dejo con la intriga, pero es un destino muy especial y un lugar al que estoy deseando ir. 

¿Cuál ha sido el viaje que más recuerdas/recordáis?

¡Buf! Pregunta complicada. Sonará típico pero es imposible elegir uno. Cada viaje tiene sus puntos fuertes y hay tantos momentos especiales que no puedo reducirlos a uno solo.

Desde ver las auroras boreales por primera vez en Islandia, contemplar a los orangutanes de Borneo, osos y ballenas en libertad en Canadá, camellos bactrianos en Mongolia, disfrutar de las islas vírgenes de Maldivas en soledad, bañarnos en el báltico helado en la grieta de nuestro rompehielos, dormir (o más bien no dormir) en un tren-hotel chino, casarnos por el rito balines, ver el gran torneo de sumo en Japón, vestirme de Maiko, estar frente al Everest, poder presenciar una ceremonia tibetana y fotografiarnos con los monjes, disfrutar de amaneceres de infarto como el de Borobudur, Angkor Wat, Badain Jaran,o los increíbles Dolomitas con enrosadira incluida y atardeceres que nos dejaron sin palabras en las Islas Griegas, los lagos de las rocosas canadienses o El Monte Fuji con el marco rojo del momiji.

Son solo algunos de los ejemplos, ya paro ¿Veis como no me puedo decidir? 

¿Alguna anécdota interesante o recuerdo que siempre os haga reír/llorar de algún viaje?

Las anécdotas son “la salsa” de un viaje y en tantos años viajando me ha pasado de todo, bueno y malo. He elegido esta anécdota porque hubo una combinación de llantos y risas.

Esta historia ocurrió en Laponia. Ir allí era uno de mis sueños y quería hacerlo en invierno para poder disfrutar de actividades como dormir en un iglú de cristal, visitar un hotel de hielo, conducir por el mar helado o disfrutar de una carrera de perros en trineo.

Nuestro vuelo llegaba a Helsinki y decidimos pasar un par de días en la capital. Después de esta parada llegaba el plato fuerte del viaje: debíamos coger un vuelo interno no muy largo (hora y media) y directo para llegar a Laponia.

Normalmente en la mochila que subo al avión siempre llevo algo de ropa y mi neceser y mi marido igual, pero al ser un vuelo tan “sencillo” y ocupar tanto la ropa de abrigo decidimos ir cómodos y meter todo en la maleta. Además no tenía sentido estar en el aeropuerto con la ropa de esquiar. ERROR.

Llegamos al pequeño aeropuerto de Kemi y fuimos andando desde la pista a la cinta de equipajes. Los pocos pasajeros que había recogieron sus maletas y se fueron, pero nosotros nos quedamos mirando la cinta (ya parada) con las manos vacías y sin nadie en todo el aeropuerto para preguntar dónde estaban nuestras maletas. Aquello era un desierto. Encontramos a una persona que pidió que llamaran a alguien para que pusiera la incidencia porque nuestras maletas no aparecían. Nos tranquilizaron y nos dijeron que llegarían en el siguiente vuelo, por lo que nos fuimos al hotel con lo puesto. 

Pasaron las horas y nuestras maletas no llegaban y al día siguiente teníamos una excursión contratada para conducir con moto nieve hasta un rompehielos donde haríamos una travesía y por la noche una cena en el hotel de hielo. Después de la última llamada del día, de mirar en la web nuestros localizadores sin éxito me empecé a agobiar.

Si esto mismo nos pasa en la playa no hay problema, nos compramos cuatro cosas y a sobrevivir hasta que llegue la maleta, pero es que estábamos en el Círculo Polar Ártico, con una temperatura de -13 grados de mínima y -4 de máxima. Toda nuestra ropa térmica, la ropa de ski, trípodes etc estaban en las maletas y las maletas estaban perdidas. Me entró tal agobio que me puse a llorar…Con el berrinche del siglo me dormí, aún con la esperanza de tener la maleta en el primer vuelo de la mañana. Pero no fue así, las maletas seguían desaparecidas.

Como no nos pasaban a recoger hasta las 10 decidimos ir a una tienda de deporte que habíamos visto en el pueblo el día anterior a comprar todo lo que nos hiciera falta. No queríamos arriesgarnos a no tener maletas el resto del viaje y estropearlo todo, por lo que ni cortos ni perezosos iniciamos un maratón que jamás olvidaremos.

Éramos los únicos clientes y las dependientas no salían de su asombro viéndonos gritar en español para avisarnos de dónde estaban las cosas en oferta y echar a la cesta ropa de forma compulsiva (teníamos el tiempo muy justo para no llegar tarde al punto de encuentro). Es más, tuvimos que explicarles lo que nos había pasado porque sus caras eran un poema. Nos reímos muchísimo pese a la situación porque era para vernos. Llenos de bolsas volvimos al hotel, estrenamos la ropa que habíamos comprado y bajamos a recepción a esperar a que nos vinieran a recoger. Después de la excursión y para mi sorpresa ¡mi maleta estaba en el hotel esperándome! Ni me lo creía. 

La maleta de mi marido no corrió la misma suerte y jamás apareció (nos dijeron que estaba en Lituania pero nunca llegó) por lo que el pobre tuvo que poner reclamaciones y reclamaciones para conseguir que le devolvieran algo de dinero y claro está, sobrevivir con las compras que hizo allí. Una anécdota agridulce y que nos salió cara pero que por suerte no hizo que paráramos el viaje. Pudimos disfrutar como niños de esa zona helada del mundo en uno de los mejores viajes que hemos hecho.

Blog: https://fotografiandoelmundo.es/
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«Disfruta de cada momento».

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Javier Esteban del Río
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